jueves, 31 de enero de 2013

Etapa 13-De Refugio Jakob a Los Césares








































Terrible. Un camino tan escabroso. Al principio fue una maza. Lo máximo, trepando al paso Schwaizer, pasando por la laguna de los témpanos, y los témpanos! Los hielos eternos en las cumbres. Definitivamente me gustan más las rocas que los mallines. Esta primera parte, desde el refugio hacia la cumbre, trepando por las piedras como uno puede, sin nada más para agarrarse que los recovecos de la propia roca. Ni cadena para los tres pasos de la muerte, ni cable para la cornisa. Hay que caminar por la cornisa con cuidado de que no se nos bandeen los pieses, o la mochila nos traicione. Se puede, y es magnífico. Son varios piedreros que hay que atravesar. Vamos dejando atrás al lago Jakob, como una postal y nos vamos acercando al hielo, y hace frío, y viento. Y seguimos trepando por piedras enormes y después caminando sobre más piedras más pequeñas. Estas primeras horas, dos horas, más o menos, o un poco menos si uno no se detiene a mirar tanto como yo, son geniales. Alucinante.
Después aparece el arroyo Casalata, más largo que esperanza de pobre, más largo que el arroyo Casalata. No se termina nunca, y hay que cruzarlo dos veces y después vadearlo tres, pero se lo perdonamos porque es fresco, puro, y discurre con alegría y pulcritud entre las piedras. A los que no voy a perdonar son a los mallines. Qué asco. Mallines traicioneros. Iba tanteando un mallín, donde además es fácil perderse porque las marcas son invisibles pintadas en las ramas delgadas de algunos arbustos, y un mallín me chupó la pierna completa. O fue Gollum. Glup hizo mi pierna izquierda y desapareció chupada por el barro del mallín. Hasta el culo. Y después la otra pierna, hasta la rodilla. No sé de qué me agarré para zafarme. Mucho mallín, mucho barrial, y todo en la Huella de hoy dura y dura. No es un mallín y nada más, son dos grandes y un montón de pequeños barriales entre los cañaverales, y no es un cañaveral, son un montón de cañaverales, y no es un sencillo faldeo, es un faldeo largo. Y al final, cuando ya nos anuncian que vamos a cruzar el puente colgante -que está en clenque- no es ahí nomás, hay que caminar metros y kilómetros por la arena, y después mentira que es media hora hasta Los Césares y que ahí está el camping. Mentira.
Se llega a Los Césares después de 9 horas de caminata que no es sencilla, es trepar por las piedras, que es hermoso, pero corre la adrenalina con la atención puesta en el vacío y en los pies. Es fácil perderse en los mallines y no es sencillo pararse a buscar las marcas sobre lodos movedizos en los que los pies se nos van hundiendo si demoramos en ver para qué lado hay que seguir. Y encima matarse los tábanos. Fue jodido. Me gustan más las piedras que el barro.
Crucé la primera o segunda vez y me saqué los pantalones para lavarlos. Para qué. Al pedo. Al cabo de un mallín más, hasta la valijita de la cámara que cuelga a la altura de mi cintura, esta asentada en barro.
Cuando llegué a Los Césares, 9 horas después de haber salido, 16 km después sobre pista muy escabrosa, pensé que ahí estaría el camping para una tan merecida ducha. Dejé la mochila, di una vuelta para investigar. En Los Césares no hay nada. Los Césares es nada. No hay camping. Hay un hotel, Tronador. Nada más. Y no pasan muchos autos. Está sobre la ruta que une Tronador con Bariloche. Como había leído que la ruta que sigue a esta, hacia el lago Steffen, sale a 5 km. Entré a caminar. Ya que hiciste 16, hace 21, me dije. Entré a caminar. Y a caminar. Y pasaban los km y ni señales de ningún campìng ni nada que se le parezca. La costa del Mascardi me quedaba cada vez más abajo. Más lejos. Se veía algún kayak, algún bote, pero camping, choza, cabaña, nada.
Hice dedo a un par de autos y paró una camioneta. Subí a la chata y le dije, voy al camping Querencia, acá a 5 km. Pasaban y pasaban los kilómetros y no aparecía La Querencia. Apareció a unos 25 km de Los Césares. Menos mal que no los tuve que caminar.
Hay otro camping antes, el Los Rápidos, y hay otro al lado de este, por 35 pesos pero sin ducha. Yo me vine a la Querencia, 60 pesos, pero la ducha y lavar la ropa, era preciso. Tienen un restaurante con menú fijo, así que cené puré con una carne salteadita con verduras. Muy buena comida y muy buena onda departe de todos los integrantes y familia de La Querencia. Tomé mates. Lavé la ropa embarrada, me bañé con pelo cabeza y con todo y con una ducha bien calientita. Y ya me voy a la bolsa. Qué día, por Dios!

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